Nada mejor para escoger entre las tres virtudes teologales que la fe, pues no puede ser más importante, y sin ella las otras dos no son posibles, y en general en su ausencia nada es posible, debiendo en realidad declarársela virtud fundamental, para que dé curso al universo en el más axiomático sentido, la letra E al revés de la operaciones lógicas, pues ante todo hay que establecer la existencia del tema tratado, ya que de lo contrario se estarán elaborando reglas carentes de efecto, siendo en otras palabras indispensable y primordial la presunción de existencia que da la fe, de modo que sin ella es impensable albergar esperanza, y muchísimo menos amar, de modo que aunque el amor sea lo que sostiene el mundo, y haya por eso sido aplaudido hasta llegarse a afirmar que de las tres virtudes es el mejor, aunque sostenga el mundo, decía, la fe por su parte determina que la expresión "sostener el mundo" sea significativa, pues si no se tiene fe por lo menos en la existencia de las cosas, es imposible pretender que estas sean sostenidas por el amor o lo que sea, por no hablar de predicados mucho más complejos, como afirmar que sean altas o sublimes o flacas o divinas, conjurándose de paso la alternativa de guardar silencio, pues aunque se esté antes de lo decible, se sigue estando ante la palabra, de modo que es lícito concluir que callar es ya hablar un poco, siguiendo en líneas generales otro tipo de exigencias comunicacionales, de modo que cuando parece no necesitarse nada para estar con una persona, aparte de estar con ella, que para vivir, repetimos, basta con la armonía emotiva y con cierta telepatía intelectual, cuando se cae pues en la falacia del silencio, se está en realidad dependiendo de su estructura tácita y oculta, o en otras palabras en un caso en que se niegan los más selectos frutos de la fe, que son el tiempo y la materia, pues en su ausencia no puede haber ni armonía emotiva ni telepatía emocional ni silencio alguno, y de ninguna manera ni el más mínimo asomo de esperanza, que es de lejos la más accidental y prescindible de las tres, pues en un sentido amplio tan sólo pretende que lo dado mejore, y en un sentido estricto que se complemente lo insatisfactorio, sin pasar nunca de ser un optimismo disfrazado, una pura forma de desear, que es una capacidad clave para el bienestar de los seres conscientes, por más rudimentaria que sea su autopercepción, pero hasta en los más recónditos casos, insistimos, apenas conducente a una satisfacción o desilusión, que depende por supuesto de la expectativa inicial, de la que empero ningún elemento esencial depende, siendo por ende la esperanza y en menor medida el amor conceptos disonantes en la terna de las virtudes teologales, de donde habría que excluirlos, incorporándolos por el contrario en grupos de menor nivel, como las siete virtudes del catecismo, utilizándolas respectivamente para reemplazar la diligencia y la castidad, ya que esos conceptos no contrarrestan ni la pereza ni la lujuria, dejando entonces la fe como única virtud teologal.
Con lo que san Pablo queda refutado.
sábado, julio 31, 2010
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5 comentarios:
Me sorprende un texto como éste en tu blog... Pero no deja de ser interesante hablar de la fe frente a una casita blanca que me hace pensar que el tiempo no ha pasado muy rápido por ese sector de la ciudad.
pedrada en el ojo bueno. Ir a ver unas fotos sobre una ciudad que es necesario recuperar y atentado a la fé, la esperanza, y la caridad (son?)... que peligroso blog.
Qué momento para agarrar desprevenido/a a quien se asoma. Voy a entrarle al texto con -mas- calma y veremos.
Después de unos días de vacaciones echaba de menos tus edificios que hacen esquina, y que me mostraras esas carrileras (que yo no aprecio tan tristes) y las casas de esos barrios como el Granada. Me vuelvo a subir a tu pequeño autobús panorámico.
Estimados, este discurso es una respuesta a Corintians 13. Pese a las apariencias, tiene poco que ver con la religión.
Ya dicen por ahí que la fe es lo último que se pierde... Saludos desde Lima.
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