La sabana en la que se asienta Bogotá estuvo surcada por una gran variedad de ríos, arroyuelos y chorros. El más grande y el que definió el sitio de fundación de la ciudad fue el San Francisco, que recoge las aguas bajantes del páramo entre los cerros de Moserrate y Guadalupe. Aunque la nostalgia lleva con naturalidad a imaginarlo diáfano y cristalino, los registros históricos cuentan por el contrario que su cauce era una cloaca a cielo abierto. Ahora bien, pese a lo mala-nociva-perversa que sido Bogotá con sus ríos, la contaminación de sus cursos de agua parece un fenómeno inevitable en un centro urbano pensado con base en las ciudades medievales europeas. En ese sentido, la bolsa negra de la esquina inferior derecha tiene como fin recordarnos tantea hediondez. Sin embargo, es de extrañar y de lamentar que para acabar con el mal la solución haya sido acabar con su canal. En la imagen se aprecian al respecto los vestigios del puente Boyacá, antiguo puente Las Aguas, situado en las actuales carrera Tercera con calle Diecinueve. Me atrevería a decir que se encuentra en buen estado de conservación si su fecha construcción no fuese tan reciente como el primer año del siglo XIX.
martes, febrero 23, 2010
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3 comentarios:
La naturaleza, tan indiferente a las palabras, sigue su curso lento e inexorable.
Parece que quisiera adueñarse del indefenso puente aprovechando este descuido de la historia.
Saludos.
estas 111 fotos obligan a entender que nada aparece de pronto: sólo la foto. Pero la foto recuerda que hay historia en cada casa, vía, vendedor... que hay historia, historias.
Gusto ver Bógota con tus ojos.
Un abrazo
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